Todo comenzó en el pasado mes de noviembre, poco antes de la salida a bolsa prevista de la empresa de tecnología financiera AntGroup, una antigua división de la plataforma electrónica Alibaba (en la que todavía tiene una participación del 33 %), que debería cotizar en los mercados de Shanghái y Hong Kong. Esta habría sido la mayor salida a bolsa del mundo, y debería dar a la empresa una capitalización de mercado equivalente a más de 300.000 millones de dólares estadounidenses. Sin embargo, la salida a bolsa se canceló en el último momento a instancias del Gobierno, después de que el fundador de Alibaba, Jack Ma, pronunciara un discurso público en el que criticaba lo que consideraba una regulación demasiado estricta del sector de las tecnologías financieras en China. El propio Ma dejó de ser visto en público durante varias semanas.

Al presidente chino Xi Jinping, le pareció ver desafiado el monopolio del poder del partido comunista por las críticas públicas de Ma, un magnate de la tecnología tan rico como popular y devolvió el golpe con fuerza. En ese momento se activó un interruptor en el sistema político. La gente siempre piensa que el gobierno chino es compacto, pero en el sistema de partido único hay muchas corrientes y autoridades que se disputan la influencia. Sin embargo, lo más importante es el tono de la cúpula, y tras los incidentes de Ma y Ant, se dio «luz verde» a una regulación estricta de las grandes empresas tecnológicas. A continuación, muchas autoridades sacaron de sus cajones planes diseñados mucho tiempo atrás.

LA REGULACIÓN ES LA CLAVE

En un primer momento, la actividad de AntGroup se vio gravemente mermada y la empresa tuvo que iniciar una importante reestructuración. Poco después, se adoptaron nuevas normas para las plataformas electrónicas, especialmente en el sector del comercio electrónico, que pretenden evitar que las empresas dominantes abusen de su posición de poder. También hubo otras iniciativas, por ejemplo en materia de protección de datos y seguridad de la red.

Después, se intensificó aún más el impulso de las intervenciones estatales. A principios de julio, la plataforma china de servicios de transporte Didi, cuya oferta es comparable a la de la empresa estadounidense de servicios de conducción Uber, celebró su debut bursátil en Nueva York. Solo unos días después, Didi recibió una reprimenda de las autoridades chinas y tuvo que retirar su aplicación de todas las tiendas chinas de aplicaciones. Supuestamente, las autoridades habían advertido a la empresa de que no saliera a bolsa en EE.UU., pero Didi siguió adelante con el proyecto. La intervención estatal provocó una importante caída del precio de las acciones: las acciones de Didi cotizaron temporalmente más de un 40 % por debajo del precio de emisión.

Por último, el sector educativo fue objeto de una intervención estatal aún más drástica. Es importante saber que los niños y jóvenes chinos tienen que superar una y otra vez  nivel de incertidumbre entre los inversores. Da la impresión de que las medidas estrictas podrían caer del cielo de repente.

¿Qué significa esto para los inversores?

Como inversores a largo plazo, Flossbach von Storch se centra en empresas de alta calidad, definiendo la calidad por la solidez y la previsibilidad de los beneficios futuros de esas empresas. El crecimiento económico superior a la media y la dinámica del sector tecnológico chino representan una buena base para un crecimiento fuerte. Esto tiene un efecto positivo en la fortaleza de la evolución futura de los beneficios (en nuestra opinión, esperada) de las empresas bien posicionadas, lo que para la gestora es lo que hace que este mercado sea tan atractivo. Sin embargo, los ejemplos anteriores también demuestran que la falta de barreras legales para la intervención del Estado puede perjudicar significativamente la previsibilidad. China no es un estado constitucional al estilo occidental, donde la propiedad está protegida por una constitución.

Aunque esto no significa que el gobierno chino actúe de forma totalmente arbitraria. Desde nuestro punto de vista, aquí puede ser útil una visión basada en la teoría de juegos. Por ejemplo, las dos mayores empresas tecnológicas del país, Tencent y Alibaba, invirtieron el año pasado más de 18.000 millones de dólares en investigación y desarrollo. Con su enfoque en áreas como la inteligencia artificial, el aprendizaje automático o la tecnología en la nube, impulsan así áreas especialmente importantes para el gobierno en la carrera por el liderazgo tecnológico mundial con EE. UU. Por lo tanto, creen que hay razones perfectamente válidas para que el gobierno no regule sus empresas tecnológicas hasta el punto de que su poder de innovación se vea permanentemente socavado.

¿QUÉ QUIERE CONSEGUIR EL GOBIERNO?
Sin embargo, también está claro que las grandes plataformas electrónicas en China no se pueden limitar a convertir su dominio en lograr los mayores beneficios posibles a corto importantes pruebas de nivel durante su carrera escolar, que deciden su evolución posterior. Por ello, los padres están preocupados ante estos exámenes, lo que ha hecho que el mercado de las clases particulares se dispare. Esto, a su vez, refuerza las desigualdades de los jóvenes chinos, ya que los más pobres a menudo solo se pueden permitir escuelas más pobres, pero sobre todo menos clases particulares. Además, cada vez resulta más caro para los padres chinos tener más de un hijo. El mercado de proveedores de clases particulares, que ha crecido mucho en los últimos años, fue prácticamente suprimido de la noche a la mañana por el gobierno. En el futuro, ya no habrá clases particulares con ánimo de lucro.

Las cotizaciones de las empresas afectadas perdieron gran parte de su valor. A mediados de agosto le siguió el sector de los juegos en línea, donde se limitó el tiempo de juego de los jóvenes a tres horas semanales. Los niños tienen que utilizar el reconocimiento facial para verificar que no están demasiado tiempo delante del teléfono móvil.

COMUNICACIÓN OPACA

Los esfuerzos reguladores para las empresas digitales también se observan básicamente en Europa y EE. UU. Al igual que en Occidente, existe una fuerte concentración de plataformas en línea chinas en favor de unos pocos grandes proveedores. Por ejemplo, los tres principales proveedores del comercio electrónico en China atendieron el 84 % del mercado en 2020, según las cifras del Informe de Internet de China, recopilado por el South China Morning Post. Asimismo, el sector de los pagos digitales está dominado por dos empresas. Así que, en principio, hay buenos argumentos para una mayor regulación en estos ámbitos.

Sin embargo, la opacidad de los procesos en China, así como la rapidez, pero también la falta de medios constitucionales por parte de las empresas afectadas, está provocando un alto plazo y repartirlos entre los propietarios. La simbiosis con los intereses del gobierno chino solo se da mientras estas empresas sigan invirtiendo mucho dinero y tiempo en el desarrollo de nuevas tecnologías e ideas. Se podría decir que están condenadas a seguir siendo innovadoras. Pero el gobierno chino también sabrá que no se puede forzar la innovación, por ejemplo, nacionalizando empresas o aprobando grandes presupuestos para las empresas estatales burocráticas. Si el gobierno se excede con sus intervenciones en el sector privado, esto no solo debilitaría el clima de in- versión en el país. Además, a medio y largo plazo, los jóvenes talentos podrían abandonar el país o no regresar tras finalizar sus estudios en Occidente. Los inversores internacionales también podrían dar la espalda al país.

En el pasado, el gobierno chino mantuvo casi siempre un equilibrio entre el control estatal y las oportunidades de desarrollo privado en el sector económico. Ahora nos parece que no es seguro en absoluto que esto siga siendo así. De hecho, tras las dolorosas experiencias de los años de Mao, había existido siempre una gestión colectivista. Con ello se pretendía evitar que los individuos adquirieran demasiado poder mediante mecanismos de control eficaces; por ejemplo, el mandato de los presidentes se limitaba a dos periodos legislativos. Sin embargo, en los últimos años, Xi Jinping ha ganado mucho poder para sí mismo y, entre otras cosas, ha impulsado la abolición de los límites de los mandatos. Esto implica unos riesgos.

LA PRIMA DE RIESGO AUMENTA
No obstante, el escenario base de la gestora sigue siendo que la paradoja de una dictadura política, por un lado, y las libertades empresariales como motor de la prosperidad, por otro, pueden seguir manteniéndose en China. Aunque si China volviera a caer en un periodo oscuro en el que el espíritu empresarial se viera masivamente perjudicado, eso sería muy perjudicial no solo para el mercado de valores chino.

Este «riesgo de cola» (tail risk), es decir el riesgo de un acontecimiento extremo con baja probabilidad, tendría además repercusiones significativas en la economía mundial. En conjunto, calculamos una prima de riesgo mayor para las empresas que operan en China que para las que se centran en Alemania o EE. UU., por ejemplo. Además, en su opinión, la proporción de empresas chinas en las carteras de orientación global de las que somos responsables no debería ser demasiado alta, de modo que esas medidas reguladoras imprevisibles no puedan causar demasiado daño en la car- tera, incluso en el peor de los casos.

Además, a la gestora le parece indispensable que los inversores consideren el riesgo de China de forma holística, es decir, a nivel de cartera. Dada la importancia de esta economía para el mundo, un enfriamiento de la economía china afectaría a muchas empresas de ámbito mundial, desde los fabricantes de automóviles hasta los de bienes industriales o los productores de materias primas. No será posible evitar completamente este riesgo en la cartera. Por lo tanto, intentamos asumir riesgos de forma selectiva cuando creemos que el mercado nos recompensará de forma atractiva. Para ello, siguen de cerca la evolución de la situación y vigilan el riesgo global de la cartera.