El especialista en inversión y análisis ESG de la gestora Candriam comenta que los criterios ESG no constituyen un enfoque de inversión, ya que aún no son cuantificables como los estilos de Crecimiento o Valor, o los estilos de inversión indexados.

Los criterios ESG giran en torno a la información. Se trata de incorporar datos al análisis de valores, la gestión de riesgos y la estructuración de carteras. Giran en torno a las cuestiones medioambientales, sociales y de buen gobierno corporativo que no se están descontando, es decir, las externalidades (o los costes reales) e incluso a nivel interno, como el tabaco, no reflejadas en la valoración de las acciones y la deuda corporativa.

La inversión ESG es un concepto general que implica cosas diferentes para diferentes personas. Puede abarcar desde una estrategia de inversión que excluye a empresas con base en consideraciones religiosas o culturales (por ejemplo, excluir el alcohol, el tabaco...) hasta tratar explícitamente de financiar la transición energética de una empresa química o respaldar proyectos benéficos, como la educación inclusiva y la vivienda protegida.

Los criterios ESG hacen referencia al análisis de factores extrafinancieros/no financieros que pueden afectar al valor de una inversión. Dado que los considera sustanciales desde el punto de vista financiero, la inversión sostenible y responsable tiene en cuenta muchos de esos aspectos al descontar o «internalizar» estas externalidades críticas. La información ESG se incorpora a la valoración de la renta variable y la deuda corporativa, la modelización de riesgos y la estructuración de carteras para 1) identificar y reducir los riesgos de sostenibilidad, 2) comprender y captar las oportunidades relacionadas con la sostenibilidad y 3) evaluar y mitigar las repercusiones negativas para el medio ambiente y la sociedad.

Algunas «normas» de la inversión ESG las establece un regulador que aún no ha definido plenamente sus objetivos o criterios medioambientales y sigue sin tener en cuenta la financiación de la transición energética y su impacto social. Otras son establecidas por asociaciones como ONG o grupos de presión, que respaldan algunas causas nobles medioambientales o sociales específicas sin referencia al contexto más amplio o las consecuencias imprevistas. Pero los criterios ESG, según Van Hyefte, no son una opinión partidista.

Actualmente operamos en una fase provisional o de transición, y el reto consiste en establecer definiciones de inversión lo suficientemente estrictas para «sostenibilidad» e «impacto» y, por otro lado, no establecer el listón tan elevado de modo que despojemos el objetivo final de transición hacia una economía sostenible y más inclusiva del capital requerido. Exigir perfección a las empresas e inversores no ofrece incentivos para mejorar.

Según hace ver el experto, resulta irónico que los Gobiernos europeos aprovecharan la guerra en Ucrania para constatar la urgencia y la necesidad de una transición energética. Y añade que la regulación actual en Europa, Reino Unido y EE.UU. permita al sector financiero y a todas sus partes interesadas resolver esta cuestión.