La inflación estadounidense alcanzó a finales de 2021 su nivel más alto desde 1982, con un índice de precios al consumo (IPC) en el 7% interanual. Las cifras eran las que se esperaban, pero no hacen más que aumentar la presión sobre la Reserva Federal estadounidense (Fed) para que endurezca su política monetaria.

Lo que hace que este episodio sea más preocupante es que la inflación subyacente o básica (IPC sin alimentos ni energía) también ha aumentado considerablemente y, al situarse en el 5,5% interanual, se encuentra en su nivel más alto desde 1991.

Además, parece que la inflación subyacente seguirá aumentando durante el primer trimestre del año, incluso aunque la general se modere. Posteriormente, y a medida que el efecto de Ómicron disminuya, cabría esperar que los problemas en las cadenas de suministro y la escasez de mano de obra se vaya equilibrando, dando lugar a un alivio de los precios.

Sin embargo, esto se producirá demasiado tarde para la Reserva Federal, que verá cómo la inflación se mantiene en niveles máximos cuando se reúna los días 15 y 16 de marzo. El temor a que el repunte de los precios repercuta en un mercado laboral ajustado y haga subir los salarios significa que el riesgo de que la inflación se consolide sigue siendo importante y es probable que suban los tipos de interés. Dado que el programa de compra de activos finalizará ese mes, el banco central tendrá libertad para ajustar el coste del crédito.

Más allá de marzo, en Schroders esperan que los tipos sigan subiendo este año y el próximo hasta alcanzar el 1,5% en junio de 2023. Mientras tanto, se espera que el banco central comience a reducir su balance de 8,7 billones de dólares en octubre.

Ómicron está ayudando a acelerar la acción de la Fed, pero existe el riesgo de que los tipos suban más y más rápido. Si la inflación se consolida como resultado de las interrupciones prolongadas de la oferta o de la aparición de una espiral de precios salariales, la Fed tendrá que actuar de forma más agresiva.

En cuanto a la oferta, en Schroders manejan un escenario de inflación en el que el tipo de interés de los fondos de la Fed alcanza un máximo de casi el 3%.

La opinión de la gestora de que los tipos de interés no tendrán que alcanzar estos niveles y que el nivel de tipos máximo, o "final", será más bajo, refleja su preocupación a medio plazo por la fortaleza de la demanda en Estados Unidos. Todavía existe una demanda reprimida en el segmento de los consumidores particulares a medida que se gasta el ahorro acumulado durante el confinamiento. Sin embargo, esto será algo puntual y, a partir de entonces, el consumo se ralentizará a medida que se normalicen los patrones de gasto.

Mientras tanto, el impulso de la política fiscal se desvanecerá y parece poco probable que reciba un estímulo adicional por parte del plan Build Back Better del presidente Biden, que sigue atascado en el Congreso. En consecuencia, esperamos que la oferta y la demanda se equilibren mejor y que la inflación se modere.

Sin embargo, volviendo a la situación actual, la cuestión más inmediata es el aumento de los riesgos de esta inflación a medida que Ómicron causa más disrupciones y que la Reserva Federal avanza para controlar la inflación.