Se espera que el mercado europeo de las bicicletas eléctricas crezca a un ritmo del 19% entre 2020 y 2025, alcanzando los 11 millones de unidades vendidas en 2025. De hecho, se espera que las bicicletas eléctricas lleguen a representar más de la mitad de las ventas totales de bicicletas estimadas en 2030, es decir, 18 millones de unidades.

La demanda de bicicletas eléctricas ha aumentado considerablemente con la pandemia del COVID-19. A medida que las preferencias de movilidad de los consumidores han cambiado hacia el transporte personal en lugar del público, las bicicletas eléctricas han surgido como una opción viable para los habitantes de las ciudades, lo que ha impulsado la demanda a lo largo del año.

La bici eléctrica, una opción ‘verde’ de transporte

La bicicleta se considera cada vez más una alternativa barata y saludable al coche y al transporte público. La congestión del tráfico, el creciente interés por las cuestiones medioambientales, el aumento del precio del combustible y el elevado coste del aparcamiento han estimulado el uso de la bicicleta como medio de transporte diario. Según un estudio de SD Worx, el trayecto medio al trabajo es de 29 km en la UE, y casi el 80% de los trabajadores encuestados recorre menos de 40 km al día para ir al trabajo. La distancia media recorrida en bicicleta es de 10 km, mientras que con las bicicletas eléctricas puede alcanzar los 20-25 km. Por lo tanto, sostenemos que, en un gran número de casos, la bicicleta eléctrica podría utilizarse para ir al trabajo, proporcionando así un medio de desplazamiento alternativo. Además, otras encuestas han demostrado que el 62% de las personas están dispuestas a renunciar a su actual medio de transporte si pudieran utilizar una bicicleta eléctrica para ir al trabajo

Bici eléctrica, un medio de vida

La bicicleta es saludable, respetuosa con el medio ambiente y socialmente responsable, factores todos ellos importantes cuando los consumidores piensan en satisfacer sus necesidades de movilidad, deporte y ocio; montar en bici se convierte en un estilo de vida. Además, al hacer ejercicio o desplazarse en este medio de transporte, la huella de carbono, aparte de la fabricación de la bicicleta y su transporte hasta el consumidor, es cero.

Y lo que es más importante, el impulso del crecimiento sostenido parece ser sostenible gracias a la creciente oferta de bicicletas eléctricas, como las de carga (ideales para los repartos de última milla), las bicicletas eléctricas de montaña, las bicicletas eléctricas de carreras, etc., satisfaciendo así las demandas de ocio y servicio de una población objetivo mucho más amplia. De este modo, la percepción de la bicicleta eléctrica ha pasado de ser un producto para "usuarios expertos" a convertirse poco a poco en un producto de moda e indispensable para todos.

La regulación favorece la bici eléctrica

La normativa y las infraestructuras están diseñadas para responder mejor a los problemas de atascos en las ciudades y desincentivar el uso del coche en las áreas metropolitanas y favorecer el uso de la bicicleta, como puede verse en Londres, París, Hamburgo, Copenhague y muchas otras ciudades de Europa. Los carriles para bicicletas en los bulevares, los carriles especiales para bicicletas a través de las zonas forestales y el aumento de los aparcamientos para bicicletas (incluso en instalaciones subterráneas) cerca de los centros de transporte público forman parte de esto.

Gobiernos, provincias, ciudades y la propia Comisión Europea (Directiva sobre gestión de la seguridad de las infraestructuras viarias) fomentan el uso de la bicicleta para los desplazamientos y otros fines. Los gobiernos francés e italiano han puesto en marcha medidas específicas relacionadas con COVID-19, por valor de 20 y 120 millones de euros respectivamente, para estimular el uso de la bicicleta (principalmente subvenciones para bicicletas eléctricas), mientras que la lista de ciudades que están ampliando el número de instalaciones para ciclistas es cada vez mayor.