Teniendo en cuenta que la inflación comenzó su subida hace más de un año, no es de extrañar que los mercados recibieran con un suspiro de alivio la reciente caída de los datos de inflación en EE.UU.

En Estados Unidos, la inflación de los precios al consumo (IPC), que superó el 5% en mayo de 2021 y luego subió constantemente hasta alcanzar un máximo de 40 años del 8,5% en marzo, cayó al 8,3% interanual en abril, mientras que el índice de precios al consumo personal (PCE) también se desaceleró hasta el 6,3% interanual desde el 6,6% del mes anterior.

Teniendo cuenta el efecto base de 2021, el mercado esperaba estas "mejoras" en las cifras interanuales (en gran parte gracias a un aumento bien documentado de los precios de los coches usados). Las cifras intermensuales fueron menos útiles para los que buscan un pico de inflación, ya que el IPC subyacente aumentó un 0,6%, mientras que la cifra del PCE subyacente (por cierto, la medida preferida de la Reserva Federal) no varió con respecto a marzo.

En los últimos meses, la inflación ha sido un lastre para los rendimientos en casi todos los activos, pero en la renta fija ha tenido un doble efecto, ya que las expectativas de subida de tipos han disparado los yields de la deuda pública y los temores de recesión han hecho que se amplíen los diferenciales de crédito. Así pues, la inflación sigue siendo uno de los principales motores de la evolución de los precios de los activos de riesgo, por lo que es conveniente vigilar de cerca a uno de sus principales contribuyentes: la vivienda.

La vivienda es el mayor componente de la inflación tanto del IPC (42%) como del PCE (16%), pero dado que la Fed se fija más en este último, conviene aclarar la diferencia entre estos dos conjuntos de datos.

Los datos del IPC proceden de las encuestas a los hogares, y sólo tienen en cuenta los hogares urbanos, mientras que los datos del PCE se derivan del informe del PIB y de los proveedores que miden los bienes y servicios comprados por todos los hogares estadounidenses y las organizaciones sin ánimo de lucro. En esencia, el IPC sigue el gasto de bolsillo de un consumidor "típico", mientras que el PCE es una medida más amplia que sigue los precios de los bienes y servicios consumidos en toda la economía. La versión "subyacente" del IPC y del PCE excluye los costes de los alimentos y la energía, que tienden a ser más volátiles y, por lo tanto, permiten obtener una imagen más clara cuando se eliminan.

Parece evidente que los precios de la vivienda pueden tener un gran impacto en los datos, así que ¿qué nos está diciendo el mercado de la vivienda sobre la dirección de la inflación en este momento?

En resumen, no parece que la inflación vaya a remitir con la misma velocidad con la que ha aparecido. El alquiler medio mensual en EE.UU. aumentó un 15% en tasa interanual hasta un máximo histórico de 1.962 dólares en abril, según datos de la empresa de corretaje Redfin. Con todo, el aumento fue menor que el de marzo (+17%) y, de hecho, supuso la primera ralentización del crecimiento en un año. Está claro que hay focos en los que este aumento ha sido más pronunciado; los alquileres en Austin, Portland y Miami, por ejemplo, son un 46%, un 33% y un 31% más altos que hace un año, respectivamente, pero dentro de esas ciudades hay focos en los que los aumentos anuales han alcanzado el 50% y en ciertas partes de Manhattan la cifra es un asombroso 85%. Desde hace meses, los alquileres en todo Estados Unidos suben a un ritmo muy superior a la inflación.

A los inquilinos no les queda más remedio que hacer frente a los precios más altos, tanto si pueden permitírselo como si no. Los alquileres constituye el factor que más pesa en sus finanzas, incluso cuando la inflación incrementa todo tipo de gastos. No es de extrañar, pues, que estemos asistiendo a un descenso gradual de la tasa de ahorro en EE.UU. En estos momentos esa tasa ha caído por debajo de su nivel prepandémico, ya que los consumidores se esfuerzan por pagar los gastos necesarios para vivir. Los datos de Realtor.com sugieren que el aumento se debe, en parte, al desajuste entre la oferta de alquileres y el aumento de la demanda, que procede en gran medida de los posibles compradores de viviendas que permanecen en el mercado de alquileres más tiempo del previsto, debido tanto al aumento de los precios de la vivienda (de nuevo por la falta de oferta) como a la presión inflacionista.

Si las ventas de viviendas nuevas sirven de referencia, podríamos empezar a ver cómo se reduce la presión. En abril se produjo un descenso del 16,6% con respecto al mes anterior y las ventas de viviendas pendientes también cayeron un 11,5% con respecto a la cifra de marzo, lo que sugiere que los tipos de interés hipotecarios más altos están empezando a mermar los presupuestos de los compradores de viviendas. Hay que tener en cuenta que los datos sobre la vivienda sufren a veces grandes revisiones y pueden ser incoherentes, pero en cualquier caso se trata de grandes caídas que son difíciles de ignorar.

Si los precios se enfrían y mejora la asequibilidad de la vivienda, esto podría aliviar parte de la tensión en el mercado de alquiler en los próximos meses.

Si se observan los datos de las hipotecas en EE.UU. correspondientes a los tres meses transcurridos hasta mayo, las solicitudes han caído un 50% más rápido de lo que lo hicieron en ningún momento durante el periodo previo a la crisis de septiembre de 2008. El descenso, además, no está muy lejos de lo que vimos al principio de la pandemia. Además, las viviendas unifamiliares iniciadas están un 10% por debajo del máximo del ciclo que alcanzaron en noviembre, mientras que las viviendas multifamiliares iniciadas (apartamentos) han subido un 28% hasta alcanzar máximos históricos en el mismo periodo; los inmuebles de alquiler están tan de moda, que los compradores están buscando unidades que sean más fáciles de alquilar. Es justo decir que la vivienda estadounidense ha pasado de ser un mercado impulsado por los compradores a un mercado impulsado por los inquilinos en los últimos meses. La cuestión es cómo de arraigada estará esta tendencia.

La fortaleza del mercado de alquileres ha desempeñado claramente un papel importante en la solidez y la persistencia de la inflación, y en general los datos sugieren que los alquileres seguirán siendo una fuente de presión durante los próximos meses. Sin embargo, si vemos que se forman nuevas grietas en el mercado de la vivienda y que los tipos de interés de las hipotecas se encarecen, es posible que dentro de poco veamos un pico en los alquileres con viviendas más asequibles o que los inquilinos acaben negándose a pagar estos precios desorbitados.

En cualquier caso, si el 8,5% que se alcanzó en marzo resulta ser el pico de la inflación en EE.UU., los costes de la vivienda tendrán mucho que decir en cuanto a la pendiente del otro lado de la montaña, por lo que se trata de un dato que seguiremos muy de cerca en los próximos meses.